A propósito de un testimonio en el juicio a Garzón
Hoy en mucho medios de comunicación hemos podido escuchar el testimonio de María Martín. Esta mujer de 81 años ha declarado en el proceso que se sigue en el Tribunal Supremo, a instancias de "Manos limpas", contra el juez Baltasar Garzón por investigar los crímenes del franquismo.
Su testimonio ha sido claro y conciso. En 1936 un grupo de falangistas fusilaron a su madre, ella conoce la ubicación (en una cuneta junto a un puente) en la que reposan sus restos. Lo único que pide es poder darle una sepultura digna. El de la madre de María es tan solo uno de los 130.000 crímenes cometidos por el franquismo durante la guerra civil, pero también durante la primera década de la dictadura.
Si España fuera una democracia de calidad, que reconociera a los que lucharon por su libertad, serían los verdugos, los asesinos y sus cómplices los que se sentaran en el banquillo de los acusados. Tal y como ocurrió en los tribunales de Nuremberg y Tokio que juzgaron a los criminales de la II Guerra Mundial. Pero también como pasa en Argentina que a día de hoy sigue procesando a los militares asesinos de su más tardía dictadura.
Que conste que no apoyo al Juez Garzón, estoy en total desacuerdo con muchas de las iniciativas que ha tomado tanto dentro como fuera de su trabajo en la Audiencia Nacional.
En estos días en los que todo un país se encuentra absolutamente sensibilizado con el asesinato y desaparición de Marta del Castillo, o con la también desaparición de los hermanos de Córboda. Deberíamos recordar que a día de hoy los restos de 200.000 inocentes, 200.000 luchadores por la libertad, 200.000 seres humanos, siguen reposando en cunetas a lo largo y ancho de nuestro territorio a la espera de Verdad, Justicia y Reparación.
Esto dice mucho del tipo de democracia en la que vivimos.
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